Relatos publicados en mi libro "Para vivir Seguros" 2.005
Si te perdiste el primer relato, lo tienes aquí: #554075
El caso de Santiago Madrid
La reunión con la gente de Administración y Finanzas de la empresa había terminado a las ocho y treinta de la noche. La incidencia de las recientes medidas cambiarias decretadas por el gobierno implicaba un reajuste de precios y eso iba a traer problemas con la comercialización. Tendrían que tomar decisiones importantes en la próxima reunión de directiva. El ingeniero Santiago Madrid detuvo la marcha de su Renault Cité frente a la reja de su edificio. Venía tan absorto y concentrado en sus pensamientos que no se fijó en los dos hombres que se bajaron de un Maverick estacionado en la calle y que caminaron hacia la reja.
El ingeniero rodó por el sótano hasta su puesto. Se estacionó al lado de la camioneta de Amalia, su mujer. Desconectó el teléfono celular del cable recargador, agarró su maletín y se bajó del Renault. Cuando accionaba y conectaba la alarma a control remoto del carro sintió una presencia a su espalda.
Pensando que se trataba del conserje o de algún vecino, Santiago Madrid volteó. Se consiguió con dos hombres, vestidos de flux y corbata. Uno de ellos lo apuntaba con una pistola. Todavía distraído, el cerebro del ingeniero tardó en asimilar e interpretar las señales que su vista y sus sentidos enviaban.
–¿Sí...? –Cállate... ¡Vamos a tu apartamento! –Miren, señores, debe de haber algún error...
El golpe con el cañón de la pistola lo alcanzó en la mandíbula y el labio inferior. Trastabilló y cayó al piso de cemento. Una mano lo agarró por el saco y lo obligó a levantarse. Aturdido, Santiago Madrid se llevó la mano a la boca y la retiró con sangre. Maldijo y trató de forcejear. Sintió el cañón de la pistola en su espalda.
–Tranquilo o te mato... Vamos a tu apartamento...
A empujones lo fueron llevando hacia el núcleo de ascensores. Algo recuperado, furioso consigo mismo, sintiendo rabia por la humillación recibida, Santiago Madrid comenzó a pensar y razonar. Pidió a Dios que se apareciera o se consiguieran con algún vecino que pudiera intervenir o que se diera cuenta de lo que estaba pasando. Pero no fue así. Llegaron frente a la reja que daba acceso a los ascensores.
–¡Abre!
Santiago Madrid sacó el manojo de llaves del bolsillo del pantalón. Las manos le temblaban. Le costó trabajo insertar la llave en la cerradura. Entraron al hall. Uno de los delincuentes presionó el botón para llamar al ascensor. El ingeniero trataba de elaborar un plan, de hacer algo, pero no se le ocurría nada. Se abrieron las puertas y entraron a la estrecha cabina.
—¿Piso?
Santiago Madrid dudó. Su miedo y su instinto le indicaron que todo era preferible a llevar a estos hombres a su apartamento. Allá estaban su mujer y sus hijos.
—¿Qué piso es, güevón? ¿Quieres que te quiebre aquí mismo?
Presionó el botón marcado con el número 12. Se cerraron las puertas y lentamente la cabina comenzó a ascender. La mente de Santiago Madrid se llenó de historias recientes que había escuchado en el trabajo o en el club: "estuvieron varias horas en el apartamento, colgaron al bebé por los pies para que dijéramos en dónde estaba la caja fuerte. Lo tuvieron suspendido en el vacío. Se encerraron con una de las hijas adolescentes en una habitación y la violaron."
Santiago Madrid había oído muchos de esos cuentos. A la altura del piso cuatro ya había tomado la firme decisión de no permitir la entrada de esos hombres a su apartamento. Pero, ¿cómo lograrlo sin resultar herido o muerto?
Paralizado por el terror, el ingeniero veía encenderse las luces de los pisos y no conseguía solución. ¿Tratar de razonar con los hombres? ¿Ofrecerles dinero? Los miró. Eran jóvenes, de rasgos duros, parecían decididos... Quizás podría hablarles. Un manotazo por la cara lo devolvió a la realidad.
—No me veas, pendejo...
El cañón de la pistola se hundió en su estómago. Piso ocho. Dios mío, ¿qué hago? ¿Por qué me viene a pasar esto a mí? Cuando se encendió el botón del 10 se le ocurrió un plan desesperado.
Su vecino de piso era coronel retirado del Ejército. Quizás pudiera intentar algo, lograr su ayuda... Piso 11. Santiago Madrid tragó saliva y respiró hondo. Piso 12. Con un suave silbido las puertas se abrieron.
El ingeniero se dirigió, no a su apartamento que era el A, sino hacia el B, que era el del coronel. Tomó el manojo de llaves, las movió nerviosamente y las dejó caer al piso. Con el pie las empujó hasta el vacío de la escalera. El llavero pegó contra la baranda metálica unos pisos más abajo y rebotó hasta la planta baja. El delincuente de la pistola agarró con violencia a Santiago Madrid por el pelo y lo obligó a caminar hasta la reja del apartamento B
—Ah, ¿tú te la das de vivo, te la das de valiente? Vas a ver, maricón... Estás muerto, tú y tu familia...
El hombre oprimió dos veces el timbre del apartamento.
—Haz que te abran o te disparo a ti y al que esté detrás de la reja, ¿comprendiste?
Se oyeron pasos y se abrió la puerta. La cara del coronel Manzanares apareció detrás de la reja. Sorprendido, el coronel miró a los tres hombres sin entender que pasaba. Los delincuentes presintieron que algo raro sucedía. Santiago Madrid aprovechó el desconcierto. Sacando fuerzas de donde no las tenía, empujó a uno de los hombres mientras aferraba con sus dos manos el brazo del delincuente que empuñaba la pistola. Gritó.
—Auxilio... Ayúdenme, por favor
El coronel trancó violentamente la puerta. Santiago Madrid seguía forcejeando con el hombre armado. El otro delincuente desenfundó un revólver .38. Al ingeniero le dio tanta rabia la actitud y cobardía del coronel que duplicó sus fuerzas. Logró empujar al delincuente hacia el otro hombre, zafarse y correr. Estalló un disparo y luego otro. Desesperado, Santiago Madrid alcanzó la puerta del cuarto de medidores y del bajante de basura y se metió adentro. Sonó otro tiro. El ingeniero se introdujo en el pequeño cuarto y se hizo a un lado de la puerta, para protegerse con la pared. Estaba en total oscuridad. Agarró el pomo de la cerradura y lo presionó para impedir que abrieran desde afuera. Estallaron varios tiros y en la puerta aparecieron puntos de luz. Sintió que partículas de yeso y cerámica rebotaban contra él. Las detonaciones retumbaban.
El tiempo pareció detenerse. Finalmente oyó, pasos, carreras, gritos. Reconoció la voz de su mujer. Alguien abrió la puerta del cuartico. Era su esposa y su hijo mayor. Lo sacaron. Se dejó caer al piso, temblando. Creyendo que estaba herido, sus familiares lo revisaron. Milagrosamente, el ingeniero Santiago Madrid, que no tenía ninguna herida, reía nerviosamente.
Me encantó la sorpresa de leer en español 😁haha, entrar a esta publicación por un instante fue un descanso visual que me encantó hahaha gracias por compartir en español
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Muchas gracias por comentar, me estoy iniciando en este nuevo mundo...
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Enhorabuena bienvenido al extraordinario mundo de SN 🤠⚡
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